Discurso

Competir, cooperar e innovar mejor: Ministro de Asuntos Exteriores pide más dureza para un mundo más duro

El Ministro de Asuntos Exteriores, Lord Cameron, pronunció su primer discurso importante en el cargo en el Centro Nacional de Ciberseguridad.

Hace casi seis meses que soy Ministro de Asuntos Exteriores. Y estoy decidido a hacer que cada día cuente. 

He visitado 33 países y un territorio de ultramar, y he cruzado 6 continentes. Dirijo un Departamento que trabaja duro para responder a las crisis, contrarrestar las amenazas, defender el desarrollo e impulsar el empleo en el Reino Unido. 

Me gusta decir que ser Primer Ministro fue un gran aprendizaje para este trabajo. Pero ser Ministro de Asuntos Exteriores no es exactamente lo mismo.

De hecho, precisamente porque uno está tan a menudo de viaje, dirigiendo una gran organización, debe asegurarse doblemente de no confundir la actividad con la acción.

Así que permítanme aprovechar este discurso para dar un paso atrás.

Economía, política y política exterior

Mi punto de partida es que no podemos separar la política exterior de los resultados económicos.

Invertir más en el exterior requiere de una economía en crecimiento. Y para que te tomen en serio, tienes que demostrar el dinamismo de tu propia economía y su capacidad de crecimiento y renovación. 

Desde esta sala se ven las cuatro emblemáticas chimeneas de la central eléctrica de Battersea. Recuerdo haber estado allí cuando era líder de la oposición y presentaba el programa electoral de 2010. Fue un edificio abandonado, vacío y en ruinas durante décadas.

Hoy está transformado. Y eso es gracias a nuestro impulso para garantizar la inversión malaya y ofrecer un apoyo decidido del Gobierno, cientos de oficinas y pisos, tiendas y restaurantes se asientan ahora bajo esas torres. Y ello demuestra nuestro continuo atractivo para los inversores extranjeros.

Pero tampoco podemos separar la política exterior y económica de la política interior. En todo el mundo occidental atestiguamos el auge de movimientos políticos que quieren que marquemos un límite, alegando que estaremos mejor si nos centramos exclusivamente en los asuntos internos.

Creo que estos movimientos están profundamente equivocados. No sólo porque el Reino Unido es una nación abierta al exterior, con casi uno de cada diez habitantes viviendo en el extranjero, y con un conjunto de intereses y conexiones que son verdaderamente globales, que no están no limitados a una región o continente. Sino porque lo que ocurre en el extranjero importa directamente a nuestra ciudadanía. 

Sin embargo, nuestro enfoque no debe consistir en ignorar el auge de estos movimientos. Debe ser el abordar qué ha provocado su crecimiento, para que podamos comprometernos con el mundo y, por tanto, salvaguardar nuestros intereses nacionales.  

Creo que las dos causas principales están claras. En primer lugar, no controlar adecuadamente las fronteras y hacer frente a la inmigración ilegal. Y en segundo lugar, dejar atrás a demasiadas personas en demasiados lugares, aisladas de los beneficios desiguales de la globalización. 

Cualquier partido político que no aborde estos problemas será incapaz de gobernar con eficacia y de hacer las cosas bien. 

Por eso estamos arreglando nuestro sistema de inmigración, acabando con el modelo de negocio de las bandas de contrabandistas. Y por eso tenemos que garantizar que todo el país comparta los beneficios del crecimiento a largo plazo. 

El papel de Ministro de Asuntos Exteriores no está separado de este trabajo: es parte integral del mismo. En última instancia, lo que guía todo lo que hago como Ministro de Asuntos Exteriores es la prosperidad y la seguridad del Reino Unido.

A principios de este año regresé al Muro de Berlín. Recuerdo los días de su caída como si fuera ayer. Las visitas a Alemania con la Fundación Konrad Adenauer. Las reuniones con disidentes que habían mantenido viva la llama de la libertad tras el Telón de Acero. Guardé un trozo del Muro -un pedazo de historia- para mí mismo. 

Estos, junto con los viajes a la Unión Soviética entre la escuela y la universidad, fueron acontecimientos decisivos en mi desarrollo político. Mientras la era del socialismo de Estado se desmoronaba, la sensación de optimismo, de posibilidad, era contagiosa. 

En contraste con la actualidad.

Guerra en el corazón de Europa. De Tallin a Varsovia, de Praga a Bucarest, un escalofrío ha vuelto a recorrer el continente europeo. Las naciones más cercanas a Rusia ven lo que está ocurriendo en Ucrania y se preguntan si serán las siguientes. 

Y no muy lejos de Europa, la guerra hace estragos en Medio Oriente, mientras Israel intenta defenderse y regresar a casa a rehenes, mientras la ciudadanía inocente de Gaza soporta una crisis que no hará sino empeorar si la ayuda no puede llegarles con seguridad.

Todo ello mientras hay conflictos en 18 países de África. Este es un mundo más peligroso, más volátil, más conflictivo, que la mayoría de nosotros no hemos conocido nunca. 

Tenemos que enfrentar este hecho y actuar en consecuencia.  No dentro de uno o dos años.  Ni dentro de unos meses. Sino ahora.

El valor de actuar

Regresando a la política de primera línea, lo que más me llama la atención es cuántas razones se encuentran para que no actuemos. Con demasiada frecuencia está la sensación de que el cambio fundamental que se está produciendo en el mundo no se corresponde todavía con un cambio fundamental en la forma de pensar y actuar de muchas personas en el mundo libre.

Tanto en el Reino Unido como en el resto del mundo, hay demasiadas personas que adoptan una especie de agazapamiento defensivo. No sólo quienes que ya he mencionado que quieren marcar una línea, sino también quienes piensan que no podemos actuar, alegando que nos hemos vuelto demasiado débiles, que no somos lo suficientemente poderosos militarmente o lo suficientememente eficaces económicamente. O quienes no quieren actuar, tan obsesionados están con los riesgos, ya sean de escaladas, consecuencias imprevistas, riesgos legales o simplemente de ofender.

El miedo a tomar la decisión equivocada lleva a otra reunión o a otro documento de estrategia, incluso cuando no actuar es en realidad la peor opción de todas. 

Mientras tanto, como dijo recientemente el Primer Ministro en Varsovia, un eje de Estados autoritarios -como Rusia, Irán, Corea del Norte y China- actúa cada vez más unido en un intento de socavarnos a nosotros y a nuestros aliados, así como el orden mundial del que dependemos.

Mi convicción es que nosotros, con nuestros socios, podemos optar por marcar la diferencia.  

Al entrar en política en la década de 1980, no estaba nada claro cómo o cuándo Occidente se impondría a la Unión Soviética.  Algunos nos instaron a reducir nuestras defensas o a abandonar la disuasión nuclear. Pero nos mantuvimos firmes y este enfoque funcionó.

Del mismo modo, hacia el final de mi mandato como Primer Ministro, no estaba claro que pudiéramos derrotar a Dáesh. Algunos declararon que un Estado Islámico en control de vastas franjas de Irak y el Levante estaba aquí para quedarse. Que una intervención no haría sino empantanarnos en Medio Oriente. Pero, junto con nuestros amigos y aliados, hicimos retroceder al supuesto califato. 

En el Reino Unido, y en Occidente en general, tenemos capacidad de acción. La pregunta es si tenemos el coraje de usarlo.  El valor de actuar.

Entonces, ¿cómo debemos actuar?  En mi opinión, hay 6 puntos realmente importantes si queremos estar a la altura de los retos a los que nos enfrentamos.

En primer lugar, debemos hacer de la seguridad nuestra máxima prioridad.

Si quieren hacerse una idea de los peligros que acechan en el mundo, pueden mirar aquí mismo, en casa, en los últimos meses. Ataques a nuestra democracia desde China, incluido el espionaje a la Comisión Electoral y el ciberespionaje de nuestros diputados. Recordatorios del amplio abanico de actividades encubiertas de Rusia, incluido un presunto ataque de sabotaje contra un almacén en el este de Londres la semana pasada. Y, como ha dejado claro el Director General del MI5, numerosos complots iraníes para asesinar a personas británicas o residentes en el Reino Unido consideradas enemigas del régimen, también aquí, en el Reino Unido.

Como Primer Ministro, tuve el orgullo de acoger la Cumbre de la OTAN de 2014 en Gales, en la que todos los Aliados se comprometieron a gastar al menos el 2% del PIB en defensa. Y me enorgullece hablar hoy en el Centro Nacional de Ciberseguridad, que creamos para hacer del Reino Unido el lugar más seguro para vivir y trabajar en línea. 

Hoy, cuando la amenaza ha crecido y evolucionado, en el Gobierno tenemos que hacer aún más para dar prioridad a la seguridad.

Por eso hemos aprobado la Ley de Seguridad Nacional y una nueva Ley de Poderes de Investigación, para poder defendernos del espionaje con mayor eficacia. Hemos introducido la Ley de Inversiones en Seguridad Nacional, para poder controlar las inversiones en nuestras infraestructuras nacionales críticas. Hemos preparado el Plan de Registro de Influencias Extranjeras, para que podamos reforzar nuestra resistencia aquí en Gran Bretaña contra la influencia extranjera encubierta. 

Y, lo que es más importante, el Primer Ministro se ha comprometido a destinar el 2.5% del PIB a defensa, la mayor inversión en defensa desde hace una generación, y a aumentar la I+D en defensa hasta al menos el 5% del presupuesto de defensa, para mantenernos a la vanguardia de la tecnología de defensa. 

Es vital que mantengamos esta atención a la seguridad, haciendo lo necesario para reforzar nuestras defensas.

En segundo lugar, debemos ser más audaces a la hora de defender aquello en lo que creemos.

El interés nacional define nuestra política exterior. Algunos intentan presentar esto como algo carente de principios. Como si por anteponer el interés nacional fuéramos a sacrificar valores importantes. 

Nada más lejos de la realidad. Defender esas creencias fundamentales redunda profundamente en nuestro interés nacional. 

La libertad. El Estado de Derecho. El respeto a los derechos humanos y la dignidad.  Y defender los principios básicos de un orden internacional abierto.

Derecho, no poder. Soberanía e integridad territorial. Libertad de navegación.

Estos principios no son meras abstracciones. Palabras proclamadas solemnemente en la Carta de las Naciones Unidas, los Objetivos de Desarrollo Sostenible u otros acuerdos internacionales.  Más bien son fundamentos vitales de la seguridad y la prosperidad británicas y mundiales. 

Todos los ciudadanos y ciudadanas del mundo se benefician cuando se defienden las libertades. Se respeta la soberanía. Y el comercio fluye libremente por todo el planeta.

Por eso nosotros, nuestros aliados y nuestros socios, debemos levantarnos y defenderlos.

Nuestros adversarios desafían abiertamente estos principios. No tienen reparos en distorsionar e incluso mentir descaradamente en los medios de comunicación. Y utilizan nuevas herramientas y técnicas para distraer y engañar.

Debemos ser más audaces a la hora de combatir sus venenosos métodos de engaño. 

Eso es lo que hicieron Reino Unido y Estados Unidos al hacer pública nuestra información de inteligencia antes de la invasión ilegal de Putin. Fue un paso sin precedentes. Y dejó absolutamente claro lo que Putin planeaba hacer: agredir a un vecino, sin una pizca de justificación. En Occidente tenemos que socavar y desenmascarar las redes malignas que Rusia utiliza para difundir sus mentiras.  

En los últimos 5 años, el Reino Unido ha invertido 600 millones de libras en este esfuerzo. Financiando el Servicio Mundial de la BBC, que llega a más de 300 millones de personas cada semana, respaldando medios de comunicación libres y el libre flujo de información.  Apoyando el periodismo independiente en lugares como Moldavia y Bosnia, donde Rusia trata de intimidar y sobornar para manipular los medios de comunicación y socavar la política.

Nuestros adversarios también se esfuerzan por socavar la confianza mundial en estas creencias y principios atacando nuestra propia trayectoria. Acusan con regocijo a Occidente de tener un doble estándar.

Creo que debemos ser francos en nuestra respuesta. Sí, el sufrimiento en Gaza es atroz. Pero una guerra no provocada contra un país independiente como Ucrania, que no representa ninguna amenaza, es totalmente diferente del conflicto que ha surgido a raíz de los brutales ataques del 7 de octubre. 

Y en cada caso, estamos persiguiendo sistemáticamente el camino más rápido hacia una paz sostenible y coherente con los principios de la Carta de la ONU. Todos los países del mundo se preocupan realmente por principios como la soberanía y la integridad territorial.

Y, por supuesto, nuestros adversarios dicen que no invertimos en el Sur Global. Absurdo. Y es Occidente quien financia las partes clave del sistema global que más hacen por mejorar la vida de la gente en todo el mundo. 

¿Cuánto ha aportado Moscú al Fondo Central de Ayuda de Emergencia de la ONU? Setenta y cuatro veces menos que la contribución británica. 

¿Cuánto invierte Teherán en erradicar la malaria?  Absolutamente nada para el Fondo Mundial dedicado a eliminar esta enfermedad mortal. El Reino Unido es el tercer mayor donante del Fondo, y ha desempeñado un enorme papel en el desarrollo de vacunas que ahora están a punto de salvar muchas más vidas. 

¿Cuánto ha hecho Pyongyang para proteger nuestros océanos? Nada como la iniciativa británica Blue Belt, que es la mayor zona de protección marina del mundo - algo que beneficia no sólo a nuestro país, sino a todo nuestro planeta.

Y el Reino Unido no está solo en esa generosidad: nuestros socios más cercanos, grandes y pequeños, también aportan una enorme cantidad. 

Nos enfrentamos a un ataque cínico contra principios y programas que tanto han contribuido a construir un mundo mejor.  Debemos contraatacar y no dejarnos vencer por el cinismo.

Tercer punto: tenemos que adoptar un enfoque más duro para un mundo más duro.

Perseguir nuestros intereses con eficacia significa revisar los planteamientos de la política exterior nacidos de buenas intenciones y preguntarse si son realmente adecuados para el mundo de hoy. Privilegiar el consenso frente a la acción. No hablar si eso puede molestar a otros. Evitar riesgos. 

Tales actitudes tal vez nos costarían menos en una época más indulgente. Pero si algo nos enseña la invasión ilegal de Putin es que hacer muy poco y demasiado tarde sólo sirve para impulsar al agresor.

Y, con demasiada frecuencia, esta lección no se ha aprendido. Tomemos como ejemplo el Mar Rojo, donde barco tras barco de toda una serie de países ha sido atacado. Aunque muchos países han criticado los ataques de los hutíes, en realidad sólo Estados Unidos y Reino Unido han estado dispuestos y han sido capaces de dar un paso al frente y contraatacar.

O el gasto en defensa en Europa, donde todavía algunos parecen no estar dispuestos a invertir, incluso mientras la guerra hace estragos en nuestro continente. O los derechos de la mujer, donde algunas personas están tan acobardadas por las acusaciones de neocolonialismo que no condenan prácticas como la mutilación genital femenina, ignorando los llamamientos de las supervivientes a eliminarla.    

Esto no puede seguir así. Tenemos que ser más duros y firmes:

  • Disminuyendo las capacidades de los hutíes
  • Haciendo del 2.5% un nuevo punto de referencia para el gasto en defensa de los aliados de la OTAN
  • Utilizando las prohibiciones de viaje para impedir que políticos voten a favor de la mutilación genital femenina por la mañana y luego se suban a un avión para ir a Londres de compras por la tarde

Y, a veces, un límite más duro significa ser honestos con nosotros mismos. Decir que sí, que queremos ser un país ambicioso y progresista. Pero no, no podemos permitirnos ser ingenuos sobre la mejor manera de alcanzar nuestros objetivos. 

Sí, estamos abiertos al mundo, a su gente y a sus ideas. Pero no, no permitiremos que las bandas criminales decidan quién puede entrar en nuestro país y socaven la confianza de las y los votantes en nuestra capacidad para controlar nuestras fronteras. 

Al poner en marcha nuestra asociación de asilo con Ruanda, estamos actuando en interés nacional. Y sí, nos hemos comprometido a alcanzar el objetivo de energía neta cero para 2050, y trabajamos a nivel mundial para apoyar a otros en la consecución de sus propias ambiciones de energía limpia. 

Pero no, no nos negaremos a conceder nuevas licencias en el Mar del Norte para la extracción de petróleo y gas vitales, ni demonizaremos a otros países que utilizan sus propias reservas, cuando estas cosas son vitales para la independencia energética de países como Putin, y parte de una transición energética responsable.

Una vez más, al adoptar un enfoque proporcionado y realista para alcanzar nuestros objetivos en materia de cambio climático, estamos actuando en interés nacional. 

Y sí, apoyamos el libre comercio. Pero no, no firmaremos un acuerdo de libre comercio sólo por el “subidón” temporal de un comunicado de prensa. Sólo se tiene una oportunidad, y es importante hacer las cosas bien. A través de nuestra negociación de acuerdos comerciales que supongan verdaderas victorias, estamos actuando en interés nacional. 

Una vez más, creemos en la libertad de expresión y en la libertad de protesta. Pero no, no vamos a alejarnos en la defensa de nuestros valores democráticos. Al hacer cosas como la definición de extremismo para garantizar que el gobierno no legitima a quienes intentan anular nuestros principios, estamos actuando en interés nacional.

En cuarto lugar, necesitamos una buena dosis de realismo.

En un mundo mucho más competitivo, el Reino Unido no debe hacerse ilusiones sobre nuestro lugar en él.

Estoy orgulloso de dirigir el Ministerio de Asuntos Exteriores, Mancomunidad y Desarrollo del Reino Unido (FCDO), liderando una red diplomática en más de 160 países y territorios, y un presupuesto de desarrollo de más de 8 mil millones de libras, por no hablar de nuestros increíbles servicios de inteligencia y seguridad. Represento efectivamente a una nación con una fuerza nuclear disuasoria soberana, un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y una red de conexiones en todo el mundo. 

Pero el Reino Unido no es un país como Estados Unidos, cuyas decisiones cambian al mundo. Hay áreas vitales en las que nuestra actuación es decisiva, pero a menudo somos un Estado cuyas decisiones y hábil diplomacia pueden influir en los planteamientos de otros.

El realismo no es derrotismo: tener menos influencia que la superpotencia mundial no significa no tener influencia alguna.

Cuando estaba alejado de la política de primera línea, escuché un comentario de un importante CEO que se me ha quedado grabado desde entonces. El Reino Unido, dijo, es lo suficientemente grande para ser importante, y suficientemente pequeño para ser ágil. Me parece acertado. 

Se refería a la regulación, pero puede aplicarse a muchos otros contextos. Y es un mantra adecuado para el mundo moderno, en el que están surgiendo nuevas potencias y lo que importa es crear coaliciones para hacer las cosas. 

¿Por qué Ucrania nos llama su aliado número uno? No sólo por el nivel de nuestro apoyo y la rapidez con la que lo prestamos, sino por como hemos impulsado a otros.

Recuerdo vívidamente mi experiencia en 2014. Imponer incluso algunas sanciones a Rusia requirió una negociación laboriosa. Pero, poco a poco, hemos conseguido ir mucho más allá. 

Hemos impuesto sanciones sin precedentes de la mano de nuestros aliados. En conjunto con ellos, hemos proporcionado equipos revolucionarios, como misiles de largo alcance y carros de combate. Hemos mantenido el apoyo a Kiev en un tercer año de guerra, una vez más, tras la votación en el Congreso, con nuestros aliados. Y ahora mantenemos nuestro apoyo militar a Ucrania –3 mil millones de libras al año- hasta 2030, y más allá si es necesario, y pedimos a nuestros aliados que se unan a nosotros en ese compromiso.

Para persuadir también tenemos que ser activos. Hace quince días, me convertí en el primer Ministro de Asuntos Exteriores en visitar los cinco Estados de Asia Central y Mongolia.

En un mundo más disputado y competitivo, el Reino Unido tiene que salir y competir. Tenemos que decir a los socios potenciales de todo el mundo que si quieren tomar la decisión de ser más abiertos e independientes, podemos ayudarles a lograrlo. 

En el Reino Unido tenemos la suerte de que el inglés sea la lengua global del mundo. Para las y los jóvenes, hablar inglés es un pasaporte al éxito, una ventaja en ámbitos como los negocios y las finanzas, el derecho y la diplomacia.

Por eso, por ejemplo, Mongolia, país fronterizo con Rusia y China, ha tomado la extraordinaria y brillante decisión de convertir el inglés en su segunda lengua oficial. Ucrania ha puesto en marcha un programa para que todos sus funcionarios puedan aprenderlo. Es una gran ventaja para el Reino Unido: una oportunidad para que el mundo hable nuestro idioma, en los dos sentidos de la palabra. 

Pero a veces parece que dudamos en reconocer lo vital que puede ser la lengua inglesa como herramienta de influencia. Sesenta millones de personas de casi todos los países del mundo utilizaron el sitio gratuito Learn English del British Council. He ampliado la oferta de enseñanza en línea del British Council en Asia Central, y hoy puedo anunciar un nuevo programa de un millón de libras para que el Consejo enseñe inglés a funcionarios y funcionarias en Ucrania.

Pero esto debería ser sólo el principio. Creo que debe ser una parte esencial de nuestra política exterior y de la misión del Ministerio de Asuntos Exteriores liderar este cambio global, defenderemos el aprendizaje del inglés en todo el mundo. Este año, el próximo, y durante mucho tiempo.

Es una batalla que estamos ganando, y si nos presentamos y la libramos como es debido, la ganaremos más rápido y mejor.

Hay un quinto punto.

Un atributo reconociblemente británico, pero que a veces no reconocemos en nosotros mismos. Se trata de la necesidad de ser implacablemente prácticos. 

Como observó uno de mis predecesores, Ernest Bevin, él combinaba “un poderoso sentido de la dirección… arraigado en principios morales” con “un pragmatismo callejero a la hora de elegir el mejor camino a seguir”. 

Y el resultado, la OTAN, habla por sí solo. Tal y como demuestra este ejemplo, ser práctico puede tener también un punto de dureza, una cierta crueldad. Centrarse en la creación de una alianza defensiva fuerte y unida, en vez de esperar que una ONU recién creada pudiera garantizar por sí sola nuestra seguridad. Enfrentarse al mundo tal y como es, no como era o como nos gustaría que fuera.

Así que sí, por ejemplo, queremos, es que acaben los combates en Gaza. Pero pedir un alto el fuego inmediato no lo hace más probable. Es más práctico centrarse -como hemos hecho en la ONU y en otros lugares, con los israelíes y con nuestros socios- en garantizar una pausa humanitaria, detener los combates ahora mismo, para que podamos liberar a los rehenes, entregar más ayuda, y luego convertirlo en un alto el fuego sostenible sin que vuelvan los combates. 

Y sí, una vez más, apoyamos la reforma multilateral, porque queremos que la ONU y organizaciones como la Organización Mundial del Comercio y la Organización Mundial de la Salud tengan éxito. Pero también estamos aumentando nuestro apoyo a otras organizaciones más ágiles que tienen impacto sobre el terreno como GAVI, la Alianza para la Vacunación o el Fondo Mundial, que realiza una labor tan brillante en materia de enfermedades. 

Hemos hecho la mayor contribución de nuestra historia al Fondo Verde para el Clima para hacer frente al cambio climático. Pero también estamos facilitando el acceso de los pequeños Estados insulares en desarrollo a esta financiación, ayudando a amigos del Caribe, con los que me reuní ayer, y del Pacífico, como Samoa, anfitriona de la Cumbre de la Commonwealth de este año.

Podría añadir dos ejemplos personales de sentido práctico.

Sí, apoyé la permanencia en la Unión Europea. Pero ahora estoy centrado como un láser en garantizar que el Reino Unido y la UE tengan la mejor relación posible, no como miembros, sino como amigos, vecinos y socios. Y estoy haciendo todo lo que puedo para garantizar que el Reino Unido invierta en nuevas asociaciones, como el Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico, un acuerdo comercial con una de las regiones del mundo de más rápido crecimiento: el Indo-Pacífico.

Creo fervientemente en el poder de la ayuda y estoy orgulloso de haber contribuido a diseñar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y a impulsar el gasto británico en ayuda. Pero con nuestro presupuesto de ayuda exterior bajo presión, también me siento orgulloso de haber liderado el Departamento en la publicación de un innovador documento de Desarrollo Internacional, y de presionar para la reforma de los bancos multilaterales de desarrollo y una mayor cooperación con el sector privado - por lo que otros también pueden intensificar y proporcionar la financiación masiva que va a ser necesaria para ver a través de esos ODS.

Por último, debemos demostrar voluntad política y paciencia estratégica.

No basta con desear un mundo mejor y esperar lo mejor. Tampoco podemos dejar que los discursos sobre los fallos del pasado o los riesgos del presente nos paralicen por completo. En Occidente tenemos que ver las cosas hasta el final, y verlas hasta el final juntos. 

Nuestros adversarios actuales conocen muy bien nuestras fortalezas subyacentes. Pueden ver que las economías de Ucrania y sus socios superan a la rusa en una proporción de 25 a 1. Pueden ver que Suecia y Finlandia recurrieron a la OTAN -una alianza que defiende el territorio, no que lo toma- en un momento de incertidumbre. Pueden ver los flujos de personas con talento que se dirigen en nuestra dirección desde todo el mundo. 

Pero creen haber afinado en nuestra mayor debilidad. Creen que son ellos quienes están más decididos a triunfar. Que pueden durar más que nosotros, que pueden soportar más dolor, hacer más sacrificios.

Estamos en una batalla de voluntades. Todos debemos demostrar que nuestros adversarios se equivocan: el Reino Unido y nuestros aliados y socios de todo el mundo.

Tenemos que superarles.  

En la próxima Cumbre de la OTAN, todos los aliados deben estar en vías de cumplir el compromiso que asumieron en Gales en 2014 de gastar el 2% en defensa. Y luego tenemos que actuar con rapidez para establecer el 2.5% como el nuevo punto de referencia para todos los Aliados de la OTAN. 

Tenemos que superar la cooperación.

Invertir en viejas alianzas que nos han servido bien: el vínculo transatlántico y nuestras muchas amistades en Europa, los Five Eyes y el G7, la OTAN y la Commonwealth.  

Pero también necesitamos forjar nuevas asociaciones, como la alianza AUKUS con Australia y Estados Unidos, el proyecto de reactores GCAP con Italia y Japón, o nuestra colaboración en materia de seguridad JEF con naciones afines del norte de Europa. 

Y, sobre todo, reforzar nuestras alianzas bilaterales con esa gran masa de países como los de Asia Central que visité la semana pasada. Que aunque no sean todos democráticos, ven las políticas destructivas y reaccionarias de nuestros adversarios como una amenaza para su seguridad y su prosperidad. 

Y tenemos que innovar más que ellos.

Utilizando la vía legal que tenemos ante nosotros para utilizar los activos rusos congelados en beneficio de Ucrania. Y apoyándonos en la tecnología moderna que alimenta tanto las operaciones en este edificio como gran parte de la economía moderna, como hizo tan hábilmente el Primer Ministro al acoger la Cumbre sobre Seguridad de la Inteligencia Artificial el año pasado. 

Lo sé por experiencia: no es sencillo exponer estos puntos. Voces disonantes presionan a favor de caminos diferentes, más fáciles de recorrer a corto plazo, aunque acumulen problemas para años venideros. Pero no me desanimo. 

La historia no está predestinada. A menudo me lo recuerdan como Ministro de Asuntos Exteriores. Al entrar en mi despacho, veo retratos de mis predecesores. El mundo actual es muy distinto del de Bevin y Eden, Grey y Salisbury, Canning y Castlereagh. Y, sin embargo, cada uno de ellos se enfrentó a tiempos de retos y cambios.

Mirando hacia atrás, se pueden detectar hilos comunes, tradiciones fundamentales, en la forma en que actuaron en respuesta. Dando prioridad a la seguridad del Reino Unido. Defender aquello en lo que creían. Ser realistas y prácticos en su búsqueda del interés nacional. Mostrando siempre voluntad política. El pasado no puede decirnos qué hacer hoy. Pero puede ofrecernos algunas orientaciones. 

Hoy se nos vuelve a poner a prueba. Tanto en política exterior como interior, en Gran Bretaña y en todo Occidente, nos encontramos en una encrucijada. Si tomamos las decisiones correctas y actuamos ahora, nos espera un futuro brillante. Pero si dudamos, nuestros adversarios escribirán nuestro futuro en lugar de nosotros. 

Tenemos que mostrar valor. El valor de determinar nuestro propio destino. El valor de estar a la altura de este momento de peligro. El valor de actuar.

Publicado 9 May 2024